viernes, 24 de diciembre de 2010

Una sola silla de tres patas.

Una silla de tres patas es lo que, podría decirse así, el cazador más desea en el mundo.
Sólo eso, una silla de tres patas.
—Sólo serviría con tres patas —piensa en voz alta.
Ahora siempre piensa en voz alta. Eso asusta a las moscas. Un poco sólo. Lo suficiente para que dejen de zumbar unos segundos. Además le gusta escuchar su propia voz entre las enormes hojas de los cocoteros.
Antes de llegar a la isla, recuerda, solía quedarse a mirar las sillas vacías que quedaban en el parque después de terminar el teatro. Todas en fila, ordenadas, rectas, vacías. Las piensa en su isla, en la playa, con las patas hundidas en la arena todas iguales, ordenadas y vacías; pero luego mueve la cabeza, dubitativo.
Una silla de tres patas, podría decise así, es lo que más desea en el mundo. Aquí no hay filas, ni sillas iguales vacías y rectas, unas a lado de las otras.
No.
No las hay.
Cuando piensa su silla, el cazador la ve allí sola, con las tres patas hundidas en la arena y nada más.
Una sola silla de tres patas.

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