sábado, 30 de abril de 2011

Orígenes

Debajo de una piedra hay una piedra. Debajo de ella hay una piedra. Aún así, todavía debajo vuelve a haber otra y un poco más abajo aún hay alguna más. Si sigue levantando piedras puede que debajo de la última —pero sólo de la última— encuentre una mosca. Eso nadie lo sabe. Ni siquiera el cazador lo sabe. Por eso sigue levantando piedras en esa playa rocosa. Levanta piedra, tras piedra, tras piedra.

viernes, 15 de abril de 2011

Proyecto

Después de pasarse un par de horas proyectando, mirando fijamente el lugar escogido, desbrozándolo con los ojos y viendo más allá de los troncos de palmeras y cocoteros, por fin el cazador se pone manos a la obra.
—Este lugar es perfecto —se dice.
Tiene que darse prisa, reunir los materiales antes de que caiga la noche. Elige los mejores troncos de árbol, jóvenes pero firmes y seguros para construir las paredes. Para el techo utiliza una red trenzada con las lianas de la selva que luego recubre con grandes hojas de palma.
Se para y descansa. Un poco después cocina un par de moscas. Fritas. Se puede decir que le gustan, mucho. Al ponerse de nuevo al trabajo mira hacia el horizonte. La tormenta todavía aparece lejana, en el mar, pero se acerca.
Sólo media hora después el cazador ha acabado su refugio. Una caseta sólida, resistente, perfecta.
—¿Acaso alguien lo habría podido hacer mejor? —dice orgulloso.
Luego ríe, mirando hacia las moscas, satisfecho, repitiendo para sí esa última frase.
—¿Lo hubierais podido hacer mejor?
Pero es apenas un susurro, o quizás tan sólo el zumbido intermitente de las moscas antes de que llegue la tormenta.

domingo, 10 de abril de 2011

No es tan común

No es algo tan común encontrase un papel arrugado, con una frase ―unas pocas palabras a lápiz― en medio de la selva. Por eso el cazador de moscas está apoyado contra un tronco, por eso lee despacio. Estira el papel y se lo acerca a la cara y un segundo después lo aparta deprisa.
Es la prueba ―la única que tiene― de que quizás no está solo en la isla, de que puede haber alguien más.
Es por eso por lo que, cuando las moscas se han posado en los árboles, al atardecer, decide arrojar el papel lejos, muy lejos, y olvidarse de ese pequeño detalle.