—Mis niñas. Todo va a ir muy bien.
A las más grande la llama Eleanor. Lo decidió cuando consiguió por fin encerrarla en la jaula.
—Ea, ea. Eleanor —le dice a veces.
Y Eleanor se revuelve dentro de su coco-jaula mientras el cazador va amontonando palitos secos.
—Ea, ea. Eleanor, bonita —le dice de nuevo.
Un humillo tímido empieza (¡Al fin!) a salir de entre la leña. El cazador coje entonces su lanza y alcanza con la otra mano una de las jaulas. La abre despacio, con cuidado que la mosca no escape, y zas, la ensarta. Sobre la hoguera le da vueltas lentamente.
—Oh, Eleanor, no hay ninguna prisa.
Cuando acaba con las otras nueve coje con delicadeza la jaula-coco de Eleanor. Ella zumba dentro (casi se podría decir que tiembla). El cazador la mira sonriente, con la jaula-coco a la altura de los ojos.
—Eleanor, querida, no hay porqué tener miedo. Todo saldrá bien.
A las más grande la llama Eleanor. Lo decidió cuando consiguió por fin encerrarla en la jaula.
—Ea, ea. Eleanor —le dice a veces.
Y Eleanor se revuelve dentro de su coco-jaula mientras el cazador va amontonando palitos secos.
—Ea, ea. Eleanor, bonita —le dice de nuevo.
Un humillo tímido empieza (¡Al fin!) a salir de entre la leña. El cazador coje entonces su lanza y alcanza con la otra mano una de las jaulas. La abre despacio, con cuidado que la mosca no escape, y zas, la ensarta. Sobre la hoguera le da vueltas lentamente.
—Oh, Eleanor, no hay ninguna prisa.
Cuando acaba con las otras nueve coje con delicadeza la jaula-coco de Eleanor. Ella zumba dentro (casi se podría decir que tiembla). El cazador la mira sonriente, con la jaula-coco a la altura de los ojos.
—Eleanor, querida, no hay porqué tener miedo. Todo saldrá bien.
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