Si llueve quedan charcos en el suelo.
—Es lo lógico, por supuesto ―piensa el cazador. ―Pequeños charcos redondos.
Como cuando la arena de la playa queda salpicada por ellos tras una tormenta. O a lo largo de los caminos, bajo los árboles. O también esos diminutos estanques que se quedan atrapados en las hojas.
Si llueve quedan charcos en el suelo.
Pero no siempre llueve y el suelo se seca. Y los charcos se secan.
―Los charcos deberían secarse ―se dice el cazador.Porque desde la última tormenta, aunque ha brillado el sol durante dos semanas, los charcos siguen en la playa, a lo largo de los caminos bajo los árboles o atrapados en las hojas.
El cazador se arrodilla en la arena y se inclina sobre uno de los charco y con las manos en forma de cuenco, empieza a quitar el agua de allí.