—Las moscas son insectos dípteros —recuerda el cazador que le decían en la escuela.
Les hacían aprender el número de patas (arañas ocho, insectos seis, cangrejos 10) y luego tenían que recitarlo al día siguiente, como si fuera una tabla de multiplicar.
—Cangrejos seis, insectos ocho, arañas diez— decía alguien.
—¿Son ortópteros los saltamontes? —preguntaba otro.
En primavera se llevaban los bichejos a clase, en cajas de zapatos con agujeros o metidos en calcetines. La maestra seguía repitiéndoles aquello de los dípteros.
—Las moscas son insectos dípteros, porque tienen dos alas.
El cazador, de niño, podía recordar la mayoría de nombres de los bichos que se comían las plantas del jardín de su madre. En la playa, con el sol a punto de irse, piensa en todos aquellos nombres que ahora le suenan tan lejanos.
Cuando anochece vuelve a la selva. A las moscas que le miran desde los árboles les dice:
—No sois nada más que insectos dípteros de seis patas. No me mireis así
—Cangrejos seis, insectos ocho, arañas diez— decía alguien.
—¿Son ortópteros los saltamontes? —preguntaba otro.
En primavera se llevaban los bichejos a clase, en cajas de zapatos con agujeros o metidos en calcetines. La maestra seguía repitiéndoles aquello de los dípteros.
—Las moscas son insectos dípteros, porque tienen dos alas.
El cazador, de niño, podía recordar la mayoría de nombres de los bichos que se comían las plantas del jardín de su madre. En la playa, con el sol a punto de irse, piensa en todos aquellos nombres que ahora le suenan tan lejanos.
Cuando anochece vuelve a la selva. A las moscas que le miran desde los árboles les dice:
—No sois nada más que insectos dípteros de seis patas. No me mireis así